La salud materno-infantil es, hoy en día, una de las áreas que ha cobrado mayor relevancia en el estudio de los orígenes de las enfermedades, convirtiéndose en una ventana de oportunidad para la prevención de diversas patologías; sobre todo, cuando se trata del periodo preconcepcional, gestacional y los primeros dos años de vida.
¿El alcohol afecta al bebé?
Cuando se habla del embarazo se hace referencia a una etapa que engloba procesos fisiológicos demandantes de adaptación y desarrollo, lo que resulta en un estado altamente vulnerable a estímulos, exposiciones y factores internos y/o ambientales.
En este sentido, el alcohol es una sustancia teratogénica que puede afectar la salud del binomio materno-fetal y originar complicaciones a corto y largo plazo tanto para la madre, como para el bebé.
Algunas de esas complicaciones son: aborto espontáneo, restricción del crecimiento intrauterino, bajo peso al nacer, alteraciones en el desarrollo y crecimiento de órganos, malformaciones congénitas y/o trastornos del espectro alcohólico fetal (Zeng et al., 2024).
Se estima que, aproximadamente el 10 por ciento (%) de la población global, estuvo expuesta al alcohol durante el periodo prenatal y se calcula que los costos anuales de este problema pueden ser de hasta 10.5 billones de dólares, según la región (Popova et al., 2017; Greenmyer et al., 2020; Greenmyer et al., 2018).
La importancia de la prevención
El consumo de alcohol durante el embarazo es un fenómeno que engloba esferas biológicas, psicológicas, sociales y culturales, por lo que su investigación local, regional y global podría arrojar resultados de gran relevancia para el área de la salud pública.
Respecto de los esfuerzos nacionales para la detección y prevención del consumo de alcohol durante el embarazo, fue en la Encuesta Nacional de Adicciones de 1988 cuando se evaluó por primera y única ocasión el consumo de alcohol en mujeres embarazadas.
La encuesta arrojó un 16.8% de consumo en dicha etapa (Tapia et al., 1990). Sin embargo, desde ese momento, no se ha incorporado un indicador similar en encuestas nacionales de consumo de alcohol o sustancias psicoactivas.
Por otra parte, la evidencia en México relacionada con el tema de consumo de alcohol durante el embarazo es escasa y, en su mayoría, realizada con muestras pequeñas y no representativas de todo el país.
Algunos autores han investigado del tema en población rural (Flores et al., 1992; Backstrand et al., 2007), en mujeres adolescentes (Ruiz et al., 2023) o en mujeres con alcoholismo o usuarias de otras sustancias (Rojo et al., 2021).
En el área legislativa, la Norma Oficial Mexicana NOM-142-SSA1/SCFI-2014 de Bebidas alcohólicas. Especificaciones sanitarias. Etiquetado sanitario y comercial, establece en el artículo A.2.2. (Diario Oficial de la Federación, 2015) el símbolo de prohibición de consumo por mujeres embarazadas como parte del etiquetado a utilizarse en la comercialización de bebidas con alcohol, lo cual conforma una medida de prevención conjunta entre sector público y privado.
El alcohol, un problema público prioritario
El estigma asociado al consumo de alcohol por mujeres podría ser un obstáculo para el acceso a detección y tratamiento oportuno; especialmente, en el periodo gestacional, en el cual se asume que una mujer suspende el consumo por priorizar la salud del bebé.
Sin embargo, la evidencia sugiere que se trata de un comportamiento que puede verse afectado por el consumo de familiares y/o parejas, así como por trastornos del estado emocional (Favela et al., 2008 y Berenzon et al., 2007).
La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016 (ENCODAT) reporta que las mujeres (no embarazadas) son quienes menos asisten a tratamiento (0.5%) en comparación con los hombres (3.2%). En cuanto a mujeres embarazadas, no existen datos que dimensionen la magnitud de este fenómeno en México.
Como resultado de la interacción de distintas determinantes, el consumo de alcohol durante el embarazo debe tratarse como un problema público prioritario. Para ello, los profesionales de la salud deben estar capacitados con herramientas estandarizadas de tamizaje de consumo en población general y poblaciones vulnerables (adolescentes, mujeres y mujeres embarazadas) y conocer protocolos de referencia a servicios especializados.
También es imprescindible sumar esfuerzos para la investigación, el desarrollo e implementación de políticas públicas con perspectiva de género, libres de estigma y que prioricen la salud y el bienestar integral de la sociedad.
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